lunes, 10 de mayo de 2010

Colour the skin of your soul

Heinz Hajek-Halke


Dijo aquella noche que ya no volvería, pero lo hizo.

- Siéntate y escucha, será la última vez.

Yo ya no sabía qué pensar. Pero, en fin, escuché una vez más todo.

Era el mismo sueño de siempre, ya lo sabía de memoria. La novedad era la sintaxis y el orden de los acontecimientos. Así que ya no escuchaba, oía el murmullo de su voz. Mientras, pensaba en su universo exclusivo y comprendía que no estaba bien. Eso sólo se le podía ocurrir a un genio. Y un genio es un loco.

Tendría que haber hecho que lo encerraran, que se lo llevaran lejos. Pero es que no quise. La situación tan absurda me divertía. Aún me río a carcajadas cuando me vienen los recuerdos a la mente.

Años atrás, recuerdo una tarde en el parque. Aún no hacía frío, pero las hojas habían empezado a caer. Yo estaba con mis hermanos. Ellos jugaban, yo solo hacía que los observaba mientras me distraía con un libro o mirando hacia cualquier parte.

- ¿Qué lees?
- ¿Perdona?
- Pregunto por lo que lees.
- Ah, ¿esto? Es una novela que escribí hace treinta años.
- ¡Pero si ahora no tendrás ni la mitad de esa edad!
- Lo sé.

Y el desconocido se fue. Empezamos a coincidir algunas tardes en el parque. Yo me sentaba y me entretenía con cualquier cosa. Él terminaba apareciendo. Cuando empezó a caer el invierno, mis hermanos dejaron de ir a jugar, así que yo también dejé de ir. Hasta que decidí acercarme de nuevo. Estaba. Hacía demasiado frío. Y ahí fue cuando comenzaron las historias, los sueños.

- Tú serás mi Alicia.

Ironías de la vida, quien está encerrada soy yo. No sé qué ocurrió, es una laguna. Dicen que si me lo explicasen, no querría seguir siendo yo.

Voy a descansar, luego me espera una tarde larga.

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