sábado, 25 de octubre de 2008

El carmín de Ava

Lilya Corneli

Todo se ha vuelto a convertir en una cárcel. ¿Recuerdas
cuando éramos pequeñas y soñábamos con todo? ¿Y que después yo dejé de
soñar y tú seguiste empeñada en hacerlo? ¿Recuerdas? Era impresionante
nuestro mundo ficticio. Ojalá siguiera pensando que es posible. Ahora todos
los muros se han derrumbado. Ha ocurrido, tal como predije, los han derribado
vilmente, los han demolido, son polvo de polvo. Igual que tú. Sigo sin
comprender
por qué lo hiciste, por qué me abandonaste.


Ava... Te echo de menos.




Irina


Seguí pensando en Ava. Nadie entendió su suicidio, ni siquiera yo. Este fue otro acontecimiento más que se sumó hace tiempo a la lista de lo que jamás llegaría a comprender.

domingo, 19 de octubre de 2008

Disturbio mental


No había quien soportara ese egocentrismo. La mezcla de autocompasión y de fatalismo me estaba matando. ¿Quién podía aguantar lo mismo día tras día? ¿Las mismas quejas, los mismos llantos? Una actitud repugnante, pensaba para mis adentros. Sus palabras eran balas de ametralladora y la munición parecía inacabable. Alguien debía decírselo antes de que fuera demasiado tarde. Yo pensaba, mientras la tenía delante, en taparle la boca violentamente, en hacer que se callara de una vez. Necesito silencio, ¿es que no te das cuenta, maldita zorra? Mis oídos iban a reventar. Sin embargo, en lugar de hacerla callar, me excusé por enésima vez y dije que me había dejado algo pendiente. Huía de su compañía una vez más.

miércoles, 15 de octubre de 2008

No estaba en el espejo


El ladrido de un perro me devolvió al salón. Maldita sea, se me había hecho tarde de nuevo. Había despertado tirada en el sofá, me dolía la cabeza y tenía que ir a trabajar. Yo sólo quería desnudarme y meterme en la bañera, pero tuve que vestirme con la máxima rapidez y salir del apartamento. Fui directa al metro. Aprisionada por el olor a humanidad, por cuerpos sudorosos que tenía que soportar pegados al mío, me puse a pensar en mariposas, esos seres tan sumamente frágiles, tan infinitamente bellos en su mortalidad. Quién prefería ser humano y no mariposa.

Trece horas más tarde volví a estar aprisionada, esta vez por cuatro paredes que olían a mí. Pasaron dos horas más, tal vez tan sólo tres minutos; entonces la vi. Allí estaba, frente a mí, en el espejo. Fijé la vista, su mirada y la mía cruzadas. Había algo extraño, desconocido, desconcertante. Cuanto más lo pensaba, más ajena me sentía a ella. ¿Qué nos separaba? No era ella, no era yo.

sábado, 11 de octubre de 2008

Una puerta no se abre sola

Jeanloup Sieff



La sala despide un olor a naftalina insoportable. Apenas entra luz porque las ventanas son muy pequeñas. La luz artificial es inevitable aquí. Por si fuera poco, la decoración es pésima: cortinas grisáceas, un mueblecito pequeño con una pila de revistas y sillas plegables, grises también. Un sitio encantador. No sé qué hago aquí. Esperar, supongo. Vuelve a dolerme la cabeza. Tengo que conseguir hacer desaparecer estas cefaleas repentinas. Terminaré con ellas antes de que ellas lo hagan conmigo.

Acabo de recordar algo. Meto la mano en el bolsillo de mi cazadora y ahí la encuentro: una nota donde alguien escribió "Planta 4, puerta 1". Miro hacia el frente. Puerta 1, leo. Una mujer joven aparece por detrás de esta y dice mi nombre. Entro mecánicamente al oírlo sin dar paso a las preguntas estúpidas ni a las mil respuestas que las siguen, como si me hubiera convertido en un androide.

¿Quién diablos es esta mujer? Su fisonomía me es demasiado familiar. Comienzo a abstraerme y en una micra de segundo, estoy hablando.

- Es que... parecía que me siguiese arañando el alma... Como si me leyera de nuevo la mente. Como si fuera una especie de conexión infinita.
- Ya. Escucha, Irina, tengo que dejarte, me llaman los del trabajo. Mañana hablamos, ¿vale?
- Está bien. Entiendo.
- Cuídate.

Sí, claro que pensaba cuidarme. Iría directa a por alcohol y me tumbaría en el sofá a embriagarme, a mirar hacia el techo, a empacharme de mi mente, a autodestruirme con pensamientos durante un rato.