miércoles, 15 de octubre de 2008

No estaba en el espejo


El ladrido de un perro me devolvió al salón. Maldita sea, se me había hecho tarde de nuevo. Había despertado tirada en el sofá, me dolía la cabeza y tenía que ir a trabajar. Yo sólo quería desnudarme y meterme en la bañera, pero tuve que vestirme con la máxima rapidez y salir del apartamento. Fui directa al metro. Aprisionada por el olor a humanidad, por cuerpos sudorosos que tenía que soportar pegados al mío, me puse a pensar en mariposas, esos seres tan sumamente frágiles, tan infinitamente bellos en su mortalidad. Quién prefería ser humano y no mariposa.

Trece horas más tarde volví a estar aprisionada, esta vez por cuatro paredes que olían a mí. Pasaron dos horas más, tal vez tan sólo tres minutos; entonces la vi. Allí estaba, frente a mí, en el espejo. Fijé la vista, su mirada y la mía cruzadas. Había algo extraño, desconocido, desconcertante. Cuanto más lo pensaba, más ajena me sentía a ella. ¿Qué nos separaba? No era ella, no era yo.

1 comentario:

NVS dijo...

Me gusta, también me he sentido así y lo he tenido que vomitar también bajo píxeles.

Ánimo que ya van dos¡¡