martes, 6 de enero de 2009

Convergencia Absoluta

Clayton Cubitt

Lotte fue a bajar la basura, decía que el apartamento olía fatal. (No soportaba ni el hedor de la vida, ese que todos, tarde o temprano, terminamos sintiendo.) Aunque hacía un frío terrible, se empeñó en sacarla con su fino batín de raso. Regresó a la cama helada para levantarse en un breve lapso de tiempo.

-Voy a hacer café, ¿quieres?
- Sabes que soy hipertenso.
- Demasiado estricto, eso es lo que eres.

Desapareció de la habitación y me quedé solo, pensando en aquella mujer eclipsante. A pesar de que nos conocíamos desde hacía tiempo, no sabía mucho sobre su pasado. Recuerdo que una noche de embriaguez y paraísos prohibidos me empezó a contar que de pequeña quería ser astronauta y viajar por el espacio. Me había revelado, incluso, que más de una vez había deseado perderse en el espacio, alejarse de todo ser viviente y morir junto a las estrellas. Mi reacción ante sus palabras fue preguntarle que por qué una niña querría morir, a lo que ella me contestó: No era la muerte lo que deseaba, sino desintegrarme.

Supuse que el café ya estaba listo, había oído salir el agua a presión desde hacía rato, así que me acerqué a la cocina. Fue cuando la vi caer, suspendida en el aire por el hilo finito de la vida.

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